En ocasiones, puede parecer que a la hora diseñar una carretera los responsables no han tenido mucho cuidado a la hora de plantear su trazado, Sin embargo, lejos de ser así, hay mucha ciencia detrás de este proceso. Una técnica, denominada diseño geométrico de carreteras, está detrás de esta tarea.
Esta técnica de ingeniería civil tiene que tener en cuenta diferentes factores para poder definir el trazado final de una carretera y su viabilidad:
- Topografía del terreno
- Geología
- Medio Ambiente
- Factores sociales y de urbanismo como la estructura parcelaria de las propiedades
- El volumen de tráfico presente y el que se tiene previsto en un futuro
El objetivo es lograr funcionalidad, seguridad, comodidad, adecuación medioambiental, armonía y la economía del proyecto de construcción. Y, como sabemos bien, el resultado también influirá en la comodidad a la hora de circular con ella y su impacto en la mecánica y estado de nuestro coche.
Uno de los factores que se tienen en cuenta, y que para el conductor es fundamental, es la visibilidad. A la hora de realizar el diseño de la vía el proyecto tendrá que tener en cuenta en cada momento la distancia de parada. De tal forma que se deberá despejar el terreno, alisar los cambios de rasante y calcular las curvas para que un conductor tenga la distancia de visión suficiente como para poder frenar si se encuentra con un obstáculo.
Otro factor esencial es la seguridad. Un ejemplo de esto es el diseño de las curvas, donde se ha de buscar que el vehículo mantenga la estabilidad ante la fuerza centrífuga que tiende a desequilibrarlo hacia el exterior de la curva. Su diseño es importante, pero también la velocidad para la que se ha concebido. Por eso es tan importante cumplir los límites de velocidad ante una curva para que no haya ninguna pérdida de control por parte del conductor. Del mismo modo, es necesario que el coche esté en buen estado de mantenimiento en todo momento. Solo así responderá a las necesidades del tráfico y la carretera.
El diseño geométrico de carreteras tiene que conseguir un coste ajustado, el mínimo impacto medioambiental y que la movilidad sea la adecuada para el nivel y el tipo de vehículos que la van a recorrer. De su buena ejecución depende que no existan los temidos puntos negros donde son frecuentes los accidentes de tráfico.
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